Si te llegas a encontrar el término «acecinar» (con c) en un manuscrito, no intentes asesinar (con s) a la persona que lo escribió porque, en realidad, es válido.
La Real Academia Española (RAE) lo define en su diccionario como la acción de «salar las carnes y ponerlas al humo y al aire para que, enjutas, se conserven» (enjuta significa seco o sin humedad).
El español es un idioma tan variado, que se da el lujo de contar entre sus riquezas con las palabras «ful» (con una sola L), para referirse a algo de baja calidad o falso; «haiga», cuando alude a un automóvil muy grande y ostentoso, por lo general norteamericano; y -una de mis favoritas- «serendipia», es decir, un hallazgo de gran valor que se consigue de manera accidental o fortuita.
Por eso, aunque te sientas orgulloso de conocer otros idiomas, hablar tu propia lengua no te hace menos culto o impopular. Al contrario, así le demuestras a los demás que la usas adecuadamente y en toda su diversidad. Además, se notará que lees… Y la lectura no te hace ver idiota; al contrario, te aleja de la idiotez.
Los extranjerismos a veces son útiles; por ejemplo, cuando no sabes el término exacto en español.
Sin embargo, pueden resultar un tanto ridículos, ya que se recurre a ellos «solo por el prurito de insertar en nuestro discurso palabras de otras lenguas (que a veces desconocemos clamorosamente) en lugar de las de la nuestra, que a menudo son más precisas, más claras, más bonitas (esto siempre es opinable) y más… nuestras», explica la Fundéu BBVA.
Además, nos ilustra con el siguiente caso: «Ir de “shopping” por alguna zona “fashion” para comprarse un “outfit” mientras escuchas una “playlist” de “hits” en tu “smartphone”…». Seis palabras en inglés con sus acepciones perfectamente válidas en castellano. No cometas este error. Más español, menos excentricidades.
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